
Hoy es el día: Gears of War llega a una consola de PlayStation. Si, como yo y muchos otros, tenéis nítidos recuerdos de la primera década del milenio, recordaréis aquellas míticas sagas que sí o sí ibais a encontrar en una consola y en ninguna más. No hablo de licencias de terceros, sino de juegos con un peso titánico en una plataforma, y una de ellas era Gears of War. Ahora, el portento de Epic Games y Xbox, y uno de los mejores shooters de su generación, ha llegado a PS5, marcando un antes y un después enorme, pero también suponiendo el segundo remaster del juego en apenas una década. Por ello, la pregunta fácil es: al margen de ser gratis si tienes la Ultimate Edition, ¿vale la pena Gears of War: Reloaded? Y, ¿qué incluye esta nueva versión?
Empezando por lo obvio y lo mejor: Xbox no se ha limitado a incluir solo el modo campaña, sino que el multijugador regresa y vuelve a brillar casi dos décadas después. Eso sí, cabe mencionar que los servidores no han estado abiertos previo al estreno del juego, por lo que solo mencionaremos parte de la experiencia jugable: su modo campaña, una modalidad que mantiene los cinco capítulos exclusivos de la versión Ultimate en PC y que no se estrenaron con el juego base en 2006. Aun así, las mejoras visuales y de estabilidad incluidas se añaden a ambos modos por igual.

En cuanto al juego en sí, el equipo de The Coalition ha trabajado bajo el abecé de este tipo de actualizaciones: aumentar la resolución base y de salida, aumentar la tasa de imágenes por segundo y pulir, tanto como se pueda y sin llegar al terreno del remake, el juego original. En este contexto, Gears of War: Reloaded funciona de forma estándar a 4K, aunque esta resolución es reescalada —en PS5, la resolución mínima ha sido de 1440p—, con soporte para 120 Hz y un dúo de opciones de bajo consumo que mencionaré a continuación, pero que tampoco afectan a la experiencia enormemente. Además, y es algo bastante curioso, el juego ahora deja cambiar los controles de carrera del personaje, pudiendo elegir si correr/cubrirnos con X/A, o hacerlo con otro botón.
También se han reducido los tiempos de carga —aunque siguen existiendo 20 segundos de logos cada vez que abrimos el juego—. Además, en el caso de PS5, aunque también se aplica a si jugáis en PC con un DualSense, el mando de los japoneses incluye vibración háptica y una pequeñísima resistencia en sus gatillos. Nada muy exagerado ni diferenciador, pero ahí está.
Gears of War: Reloaded es un remaster tan arquetípico como histórico
Hechas las —extensas— introducciones, no me quiero ir por las ramas: Gears of War: Reloaded no es un salto enormísimo de calidad en comparación a la versión Ultimate de hace una década, pero sí es lo que podríamos considerar una versión Definitiva. Las mejoras más observables se limitan a aspectos que podemos pasar por alto fácilmente o de calidad de vida. El resto de ajustes busca pulir ligeramente un juego que ya era magnífico hace casi 20 años, lo seguía siendo en 2015 y lo sigue siendo ahora.
Retomando lo mencionado antes, el juego incluye ahora en PS5 —imagino que similar en Xbox Series X|S— un menú adicional de bajo consumo, aunque si no lo activamos el juego funciona a 4K y 60/120FPS de serie. Lo que sí está claro es el motivo de su existencia: servir para el fantástico mundo de las portátiles. Quiero decir, ejecutar Gears of War: Reloaded en una PS5 estándar con un modo bajo consumo es inútil si podemos limitar el consumo desde la propia consola. Pero ¿qué hacen ambos modos? Pues reducen la calidad visual al más puro estilo los Modos Calidad y Rendimiento actuales, alternando la reducción de imágenes por segundo y calidad para el jugador que así lo quiera.
De hecho, si su existencia no se debe a las portátiles, entendería que es un remanente visual olvidado por The Coalition porque no tiene mucho sentido. El Modo Calidad – Eco capa el juego a 30 FPS al mismo tiempo que mantiene una calidad visual alta, con texturas a 1080p como en la versión Ultimate; mientras que el Modo Rendimiento-Eco aumenta los FPS a 60 y reduce la calidad visual. Ambos se pueden optimizar para el modo campaña o modo multijugador, aunque este último permite mantener 120 FPS a la misma calidad que el modo Rendimiento, siempre y cuando tengamos una pantalla capaz de funcionar a 120 Hz y con HDMI 2.1.
En lo técnico, las texturas ahora se ejecutan a 4K, el máximo de la versión Ultimate en PC; y, aunque el juego sigue funcionando con Unreal Engine 3, se han actualizado ciertos assets y texturas a Unreal Engine 4 —un motor excelente que, recordemos, ha dado vida a bestias como Hellblade: Senua’s Sacrifice o Gears 5—, consiguiendo un acabado más pulido. De hecho, y aunque es cierto que el salto no es enorme, sí hay un aspecto que me ha sorprendido: los reflejos, aunque no son dinámicos con Trazado de Rayos, se basan en reflejos del espacio en pantalla, un efecto de posprocesado gráfico que crea reflejos de objetos que son visibles atendiendo a la pantalla del jugador, como veréis en la imagen de arriba.
En cuanto a la tasa de FPS, esta es sólida como una roca. Ejecutar el juego a 120 imágenes por segundo no da ningún solo problema. Igual pasa cuando capas el juego a 60 FPS, manteniendo unos robustos sesenta imágenes por segundo sin complicación alguna, algo que, en realidad, no debería sorprendernos teniendo en cuenta los años que han pasado. Aun así, el hecho de funcionar a 1440p de forma nativa deja un sabor de boca agridulce si tienes una pantalla 4K, donde estás obligado a ver una imagen escalada. Jugándolo a 2160p, ya os digo que la experiencia visual se mantiene, pero he notado cierto recorte en la nitidez de elementos lejanos para mantener la tasa de FPS estable, lo que da que pensar para un juego que el año que viene cumple los 20 años.
Un remaster de mejoras y pocos errores
Lo más importante a mencionar es que no hay artefactos visuales que afecten a las sombras, algo que en la versión Ultimate sí entorpecía la experiencia jugable con parpadeos extraños o formas raras en las texturas. Estos problemas, por suerte, no han sido heredados por esta versión. En un PC actual, la versión Ultimate tenía serios problemas con los shaders, la iluminación y texturas. No era raro ver, especialmente en los primeros dos actos, parpadeos de la imagen en general, una iluminación artificial que afectaba al conjunto visual y, en definitiva, problemas de un mal uso de las capacidades del PC.
No obstante, sí hay ciertos aspectos a los que convendría echar un vistazo. Para empezar, el menú tiene un extrañísimo retraso que impide el buen uso del mismo. No es nada muy preocupante, pero sí he notado incluso momentos donde al apretar un botón, no veía dicha acción hasta pasados unos segundos, por lo que pensaba que el juego habría crasheado. Asimismo, y aunque el juego permite eliminar el desenfoque de movimiento, sí mantiene cierto motion blur de la versión original y que ya vimos en la Ultimate Edition en consolas.
Al pasarme el juego recientemente en PC y jugarlo ahora en PS5, he notado un ligero mareo al mover la cámara en ciertos momentos de la campaña, algo que en PC no ocurría. Además, y aunque el juego funcione a 120 Hz —como lo he jugado en PS5 —, las cinemáticas están renderizadas a 60 FPS, algo que, añadido al motion blur, da un aspecto extraño, como falto de fluidez que se podrá arreglar con sendos parches postlanzamiento.
Por todo esto, es fácil asumir que Gears of War: Reloaded es un juego recomendado, pero lo es por varias razones. Para empezar, para el jugador de PS5 es un sí rotundo, pues supone una puerta de entrada a una de las mejores sagas shooter que hayamos visto. Además, los jugadores que ya tuvieran la Ultimate Edition pueden actualizarla gratis a la versión Reloaded, por lo que aquí no hay queja alguna. Por último, si lleváis años sin jugar al clásico de 360 y no tocasteis la versión Ultimate, Reloaded es la mejor versión actual del juego. Pulida, fresca, actualizada y con una historia y mecánicas perfectas. Poco más hay que pedir.